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Una vez desvanecida la pasional burbuja que envolvía a la octava temporada de 'Juego de Tronos', ha llegado el momento de valorar desde una cierta distancia el fenómeno que ha supuesto. En una época en la que todo el mundo tiene un megáfono digital para opinar, esta definitiva tanda de seis episodios ha tenido combustible suficiente como para cumplir con ese cliché de "incendiar las redes" semana tras semana. Y no solo eso, sino que se ha convertido en un estilo de vida para su abultada masa de seguidores, que ha atestiguado el crecimiento exponencial de este hito televisivo desde su nacimiento en 2011.
Arya disfruta de una obra de teatro en 'Juego de Tronos'
Con el paso de los años, la base de audiencia en HBO no paró de crecer. Mientras tanto, el resto de países disfrutaban de los vivaces diálogos y los conflictos épicos en diferido, y en paralelo la piratería se convertía en una plaga muy socorrida para ponerse al día con las aventuras de Poniente. Al menos esa fue la dinámica hasta 2015, cuando HBO demostró estar a la altura de las circunstancias y, poco antes del estreno de la quinta temporada de su producto más prolífico, confirmó que los espectadores de la mayoría de mercados internacionales podrían disfrutar de cada nueva emisión de manera simultánea a la estadounidense. Se democratizaba así el acceso inmediato a 'Juego de Tronos', aunque había un espacio en el que, independientemente de la nacionalidad, el ritual simétrico llevaba años cumpliéndose.
Los hermanos Stark en la primera temporada de 'Juego de Tronos'
La cuna del debate masivo
Twitter fue, y en cierta medida sigue siendo, el segundo hogar de 'Juego de Tronos'. Desde que la serie cogiera tracción, la red social ha sido fiel reflejo de las crecientes expectativas del público en la adaptación de la obra de George R.R. Martin. Además, al tratarse de una ficción muy presta a la generación de memes, gifs, teorías, shippeos... encontró en el entorno digital un vasto espacio para crecer en ambición y alcance. De esta manera, 'Juego de Tronos', una serie totalmente ligada a las características de la televisión tradicional (entregas semanales, ritmos de producción...), conseguía combinar el prestigio y las cotas de calidad inherentes a HBO con un impacto social sin precedentes, proporcionado por las imprevisibles herramientas ligadas a internet.
La octava temporada suponía el estallido definitivo de esa imparable bola de nieve, alimentada por una espera más dilatada de lo habitual y de la perspectiva de descubrir el final antes incluso que en los libros de Martin. Una vez más, Twitter, Reddit y otras tantas webs se convertían en el espejo de nuestro día a día, contagiado por conversaciones en el trabajo, en casa y, básicamente, en cualquier lugar, sobre cada minucia de la trama. Y de entre los millones de tuits generados a lo largo de seis semanas, España se posicionaba como el quinto país que más había comentado este desenlace, como señala Hypebeast a partir de los datos aportados por la red social. Los madrugones estaban a la orden del día para cumplir con esta ceremonia, primero de abstracción absoluta del mundo, huyendo de los spoilers, y después de ávida búsqueda y comunicación de opiniones de todo tipo, desde el guion hasta la edición, cubriendo todo el espectro de la producción audiovisual.
El vaso de café y las botellas de agua, la oscuridad de la Batalla de Invernalia... Cada detalle era susceptible de ser debatido con vehemencia, con mayor o menor fertilidad, pero lo realmente importante no era cada una de esas conversaciones, sino la sensación de comunidad. Porque el verdadero mérito de 'Juego de Tronos' ha sido calar en la cultura popular con tal profundidad que cada capítulo ha sido un evento social. En ese sentido, recientemente 'Perdidos' o 'Breaking Bad' son algunas de las pocas series que han sido capaces de generar ese sentimiento de urgencia, equiparable a las grandes producciones de Hollywood. Pero 'Juego de Tronos' guarda un especial valor, ya que podría ser el último vestigio del comunitario ritual semanal, para dejar paso a los atracones irracionales.
Jon y Arya se funden en un abrazo
Un futuro incierto
Mientras 'Juego de Tronos' batía récords en la edición de los Emmy de 2016, convirtiéndose en la serie con más galardones de la historia, Netflix ya se había consolidado como el gigante del entretenimiento capaz de remodelar nuestras tendencias de consumo. La plataforma de streaming, al igual que competidoras como Amazon Prime Video, ha popularizado el lanzamiento en bloque, centralizando el evento televisivo en una única fecha. A partir de ese instante, la marabunta accede a su ritmo a cada producto, diluyendo el debate que en la televisión tradicional tiene una periodicidad semanal. Así, tanto en redes como en la calle, la conversación adquiere un enfoque holístico, más centrado en el todo que en el desarrollo paulatino de cada temporada.
Por lo tanto, a estas alturas parece altamente improbable que se repita la coyuntura y el fenómeno de 'Juego de Tronos'. Así que sería una tarea fútil empeñarse en buscar sucesoras inmediatas, ya que tanto 'Watchmen', 'La materia oscura', 'El Señor de los Anillos' o 'The Witcher' tienen mucho que demostrar antes de romper la rueda como ha hecho la ficción de HBO. Sin embargo, si algo ha evidenciado esta fantasía épica ha sido que no hay que dar por muerto al sistema tradicional, sobre todo si es capaz de acomodarse a las exigencias de distribución del mercado internacional con una historia universal y de calidad.
Lógicamente, el medio televisivo seguirá esforzándose por promover la experiencia comunitaria, aunque todavía no seamos capaces de vislumbrar en qué formato ni si este apelará al espíritu romántico y comprometido del público. En todo caso, ahora toca asumir que 'Juego de Tronos' ha terminado, y con ella toda una era de la pequeña pantalla, que cada vez se sentía más grande.