En el mejor de los casos, el hogar debería ser nuestro espacio seguro, representativo de quiénes somos y la imagen que queremos transmitir de nosotros mismos. Hay quienes conviven con fuegos por todas partes, como el personaje de Samantha Morton en "Synecdoche, New York", hipotecado en una tragedia perpetua; y quienes tienen la voluntad de apagar esas llamaradas, como Jeff Piccirillo, a quien da vida Jim Carrey en 'Kidding'.
A pesar de partir de una tragedia tan inmensa como la muerte de un hijo, la ficción de Showtime ha inundado de un valioso optimismo su segunda temporada, cumpliendo así con el propósito de su creador, Dave Holstein, de "empezar una serie en la oscuridad y acercarla año tras a año a la luz". Un camino hacia la salida de emergencia del túnel de la autodestrucción que pocos personajes han recorrido con tanto garbo como Mr. Pickles, el alter ego de Jeff, que ha tocado fondo de la manera más didáctica en el quinto episodio de la nueva entrega, ambientado íntegramente en el programa infantil que regenta el protagonista de 'Kidding'.
El universo de 'Kidding' cobra vida durante un número musical
El regreso de 'Mr. Pickles' Puppet Time' llega en pleno proceso de transición: tanto Jeff como su hermana Deirdre (Catherine Keener) están inmersos en sus respectivos divorcios, que se llevarán por el camino a la mitad de personajes que pueblan Villapickleburgo. Aprovechando ese momento de inevitable cambio, 'Kidding' se atreve a condensar en media hora un musical de corte infantil sobre la importancia de saber decir adiós en el momento adecuado, de no obcecarse con reparar la puerta de entrada a un edificio que se está derrumbando sobre nosotros. Porque nada es permanente, como el globo que pincha Jeff al comienzo del episodio, y cuando un terremoto derrumba las casas de Villapickleburgo, sus habitantes representan la culpa, la frustración y el rechazo que brotan como lava de la divergencia tectónica que separa dos vidas.
Esa amalgama de metáforas, típica de la efectiva labor de las propuestas infantiles de entretener sin perder la oportunidad de enseñar algo, tiene como fin último mostrar cómo Jeff se divorcia en plena emisión en la televisión nacional. Pero antes de llegar a ese punto, vivimos un viaje colorido y plagado de estímulos, entre los que se encuentra la aparición de Ariana Grande como el Hada de la Esperanza, Piccola Grande, el rayo de luz definitivo que ilumina a los protagonistas en su viaje al "no lo sé", ese vacío de incertidumbre que nos invade tras dar un giro radical. Y, sinceramente, hay pocas cosas más mágicas que ver a Jim Carrey, Catherine Keener y Ariana Grande interpretando un número musical sobre reparar las ruinas que nos rodean. Por si esa labor de reparación no lleva a buen puerto, como sucede con Deirdre y Jeff, Piccola remarca la idea de abrazar las posibilidades que ofrece el cambio. Lo dicho, un vendaval de esperanza, contenido también en gran medida en la voz rota de Keener, que recuerda que, a veces, cuanto más fuerte tratamos de sostener las cosas, más se desmoronan.
Ariana Grande trata de apaciguar los miedos de Ennui
Un final para empezar de nuevo
La participación de Grande es tan solo uno de los puntos álgidos de esta obra de arte, firmada por el guionista y titiritero Joey Mazzarino, curtido en la élite del entretenimiento infantil después de dedicar tres décadas de su vida a 'Barrio Sésamo', y ensamblada, como si de una manualidad se tratara, por el brillante Michel Gondry, que con este episodio debuta como realizador de la segunda temporada tras haber sido uno de los motores creativos de la primera. El director de "¡Olvídate de mí!" vuelve a sacar lo mejor de la sensibilidad de Carrey, pero lo más interesante es cómo construye el episodio ante nuestros ojos, valiéndose de las licencias de abstracción e imaginación que fomenta la ambientación infantil.
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En última instancia, el capítulo rompe con esa amabilidad generalizada para mostrar la cara de desencanto de Jeff, que denota que el cambio no es tan sencillo y que la vida no es un sueño de Epi y Blas, pero también deja claro que no hay que maniatarse al pasado. Por eso el sexto episodio, que completa un díptico sobresaliente, arranca con una muerte derivada del capítulo del divorcio y desemboca en una bacanal en la que los seres más puros "matan" a su dios y se entregan a sus vicios reprimidos. Esto es 'Kidding' en estado puro. El ejemplo viviente de una obra que alcanza su plenitud y cumple con su potencial a base de sorprender, emocionar e innovar. Si todavía no has bajado la cascada de Villapickleburgo junto a Jeff, ponle remedio ya mismo, porque él te va a estar esperando abajo con una sonrisa, mientras trata de buscar la forma de regresar arriba.