'Killing Eve' intensifica su irresistible humor negro en la segunda temporada

Si algo funciona, para qué cambiarlo. La primera temporada de 'Killing Eve' era una experiencia televisiva redonda, que terminó en todo lo alto con una puñalada que unía para siempre a sus dos protagonistas. La segunda arranca tan solo treinta segundos después de ese incisivo encuentro, con un expresivo plano secuencia que sigue a Eve Polastri mientras huye de la escena del crimen. Tras esa escena más apoyada en la intriga y la tensión, la serie hace lo que mejor sabe e incrementa su fascinante dosis de humor negro, con la que compone un tono tan seductor como audaz.

En líneas generales, esta segunda entrega, de la que hemos podido ver dos capítulos, sabe a la perfección qué elementos la llevaron a convertirse en uno de los estrenos más originales de 2018, y los explota sin reprimirse en ningún sentido. Si Villanelle comenzaba la primera temporada estampándole un helado en el pecho a una niña tras compartir una sonrisa con ella, aquí se tambalea por las calles de París sin represión moral alguna: le roba el abrigo a un mendigo, manipula con una facilidad pasmosa... Y si antes hacía todo este tipo de cosas cuando estaba inmersa en su letal trabajo de asesina a sueldo, ahora su objetivo es reencontrarse con Eve, estableciendo de nuevo una persecución recíproca con un trasfondo de obsesión pasional.

Para ambas protagonistas esa obsesión es el combustible que las impulsa a no rendirse. Eve tendrá que asumir que no puede dejar de lado el trabajo y que ha consumado un acto que no la hace tan diferente de su coprotagonista, mientras que Villanelle se verá privada de su habitual agilidad y tendrá que sacarle partido a su vulnerable estado para sobrevivir y acercarse a su presa sentimental. A estas alturas, todos compartimos la fascinación culpable de Eve por Villanelle, impulsada por ese oscuro sentido del humor que hace de 'Killing Eve' un logro como híbrido de géneros. En los nuevos episodios, la comedia está más pulida y el duelo interpretativo entre Sandra Oh y Jodie Comer mantiene un nivel inmejorable, del que la serie destila una tensión que eleva su simple trama de novela negra del montón a una experiencia muy entretenida y estimulante.

Retrato de una obsesión

En ese sentido, 'Killing Eve' no se desprende de las herramientas narrativas que la permiten encuadrarse en el subgénero de thriller de espías. A pesar de la marcha de su creadora, Phoebe Waller-Bridge, la ficción mantiene el ritmo e introduce nuevos giros argumentales, aunque siempre haciendo gala de su habilidad para alcanzar un tono trascendente sin darse mayor importancia. En una escena en la que alguien es brutalmente asesinado, ya esperamos que la comedia se abra paso de alguna manera. Así se compone ese tono aparentemente ligero, atado a los recursos más básicos de la intriga, pero consciente de que el verdadero peso de la acción reside en dos personajes para el recuerdo.

Por lo tanto, entre una temporada y otra no se aprecian grandes variaciones, más allá de esa reforzada apuesta por barnizar conspiraciones y traiciones con un bruñido estilo visual y humorístico. Las pocas incorporaciones al reparto regular se posicionan del lado de Eve, que se ve inmersa en un nuevo grupo de investigación, mientras que Villanelle se topa con los personajes secundarios de mayor calado, llegando a enfrentarse a la horma del zapato de su psicopatía. En definitiva, 'Killing Eve' opta por dividir de nuevo nuestra atención entre estas dos poderosas y complejas mujeres, a la espera de que confluyan en un nuevo encuentro que promete ser aún más explosivo.