El trasvase de creativos entre televisión y cine se ha convertido en el nuevo estándar. Atrás han quedado los tiempos en que se asumía que la pequeña pantalla era un medio supletorio, un mero trampolín al que mirar con condescendencia una vez que se había dado el salto al cine. Tras décadas de crecimiento incesante y de avances tecnológicos, la ficción televisiva ha conseguido equiparar no solo su calidad narrativa, sino también la técnica, a las de su hermana mayor, desdibujando aquellos límites que antes parecían tallados en piedra. Para alcanzar este punto de no retorno ha sido vital el aporte de títulos como 'Twin Peaks' o 'Perdidos', que, por ambiciones artísticas y/o narrativas, sentaron las bases de una televisión con potencial para expandir los principales atributos del cine, y esa promesa se ha visto cumplida a lo largo de la última década.
Peter Dinklage en 'Juego de Tronos' y Vanessa Kirby en 'The Crown'
Como era previsible, no hemos tenido que esperar al final de 'Juego de Tronos' para toparnos con producciones promovidas por su éxito. Si nos mantenemos dentro del ecosistema de HBO, su heredera más evidente en términos de magnitud es 'Westworld', que vio la luz en 2016 con un abrumador presupuesto -cercano a los 100 millones de dólares por temporada- y un reparto plagado de estrellas. Lejos de tratar de imitar a su predecesora, la serie creada por Jonathan Nolan y Lisa Joy ha forjado su propia personalidad a través de intrincadas tramas y una existencialista revisión de la ciencia ficción, a la que HBO ha dejado respirar brindando unos plazos de desarrollo poco restrictivos, acordes a las exigentes necesidades de una producción de esta escala.
Y si hablamos de medirse en igualdad de condiciones al cine, es imprescindible sacar a colación un título tan impecable como 'Boardwalk Empire', cuyo costoso piloto fue dirigido por Martin Scorsese en un impresionante decorado construido ex profeso para imbuir vida al paseo marítimo de Atlantic City que daba nombre a la serie. Este drama criminal, creado por uno de los guionistas de cabecera de 'Los Soprano', Terence Winter, contaba con un brillante Steve Buscemi al frente de un elenco exquisito, que a lo largo de cinco temporadas hizo de la elegancia formal y narrativa su estandarte, para concluir con un desenlace dolorosamente perfecto. En aquel 2010 en que recorrimos por primera vez 'Boardwalk Empire', HBO también estrenó 'The Pacific', en la que había invertido la friolera de 200 millones de dólares para retratar sin complejos la visceralidad del campo de batalla. No obstante, aunque la cadena de WarnerMedia haya sido la principal propulsora de una televisión más estimulante, también ha demostrado su falibilidad con fracasos como 'The Brink', 'Here and Now' o, el más sonado, 'Vinyl'. Aunque por encima de esos tropiezos hay que destacar el apoyo incesante a la visión artística de sus creativos, que ha permitido que David Simon ('Treme', 'The Deuce'), Damon Lindelof ('The Leftovers', 'Watchmen') o Aaron Sorkin ('The Newsroom') nos sumergieran en sus respectivos y característicos universos de nuevo.
Rachel Brosnahan en 'The Marvelous Mrs. Maisel' y Steve Buscemi en 'Boardwalk Empire'
Viaje al pasado
Tras ensalzar la labor de HBO, llega el momento de aparcar durante un par de párrafos a la cadena de pago para indagar en el papel que han jugado las acaudaladas plataformas de streaming, que han revolucionado las tendencias de consumo audiovisual en cuestión de años. El caso más claro es el de Netflix, que desde el histórico lanzamiento de 'House of Cards' en febrero de 2013 se ha mantenido en la cresta de la ola digital, alcanzando a día de hoy un delirante ritmo cuasisemanal de estrenos originales. Debido al abrumador alud de producciones que han inundado el servicio estadounidense, tendría que resultar complicado elegir una por encima del resto que haya supuesto un salto de calidad para el medio televisivo, pero no es así. Dejando de lado 'Mindhunter', de la que ya hablamos previamente, el gran referente de Netflix es 'The Crown', ya que representa las mejores virtudes de la plataforma, que ha confiado plenamente en la creación del guionista Peter Morgan. El presupuesto, que podría alcanzar los 10 millones de dólares por episodio, está invertido a la perfección, desde el inmejorable reparto (o mejor dicho, repartos) hasta el meticuloso cuidado por el diseño de producción y la composición visual, mostrando la opulenta vida de la realeza al mismo tiempo que se adentra en sus grietas morales y emocionales con una delicadeza fulminante. Estamos, por lo tanto, ante otro ejemplo de elevadas dimensiones bien aprovechadas, resultado en parte del aprendizaje de Netflix tras las infructuosas y costosas 'The Get Down' y 'Marco Polo'.
Sin el aval de reputados cineastas como Stephen Daldry o David Fincher, pero con el poderío de un huracán televisivo como Amy Sherman-Palladino, Amazon también ha reivindicado la relevancia de sus producciones originales. La creadora de 'Las chicas Gilmore' ha sublimado su cautivador estilo con 'The Marvelous Mrs. Maisel', que reivindica la liberación femenina desde un entorno tan testosterónico como el del stand-up. La irreverente protagonista, interpretada sin pudor alguno por la eterna Rachel Brosnahan, debería marcar el listón a seguir a partir de ahora en el mundo del audiovisual a la hora de retratar a las mujeres como algo más que madres, esposas o hijas, ya que Midge es un ser humano tan enérgico como complejo, de los que no abundan al otro lado de la pantalla, donde la realidad que nos rodea suele tardar demasiado en penetrar. Además, Sherman-Palladino imbuye un espíritu y una armonía de musical clásico a esta comedia ambientada en los años 50, que también exprime al máximo sus recursos para brindar una estética tan maravillosa como los personajes que la habitan.
Jeremy Strong en 'Succession' y Zendaya en 'Euphoria'
Un nuevo horizonte
Desde una posición más modesta en lo que a medios se refiere, FX también ha sabido mantenerse en la cabeza del pelotón con obras tan redondas y variadas como 'Justified', 'Atlanta' y 'The Americans'. Estas dos últimas además, al igual que 'Succession', son fieles reflejos de que no solo se han eliminado las fronteras entre medios, sino entre géneros. Comedia y drama, familiar y thriller... Mientras la base sea lo suficientemente sólida y la calidad de los guiones acompañe, la televisión no tiene límites. De la misma manera, impecables producciones como 'Homecoming' o 'Euphoria' han experimentado con el lenguaje formal, mientras que 'Chernobyl' o 'Big Little Lies' han dado lugar a experiencias apabullantes desde el libreto hasta su traslación a imágenes.
El gran mérito de estas producciones televisivas no radica en traicionar el lenguaje de su medio disfrazándose de películas serializadas con presupuestos más o menos imponentes, sino en la maximización de la calidad narrativa, ya sea a través de la importación de creativos de primer nivel, la posibilidad de desarrollar productos más reposados o la democratización de efectos visuales realistas. Esos avances han llevado a la televisión a tener un mayor abanico de posibilidades y, a día de hoy, a repartirse con el cine la custodia de franquicias tan lucrativas como "Star Wars", "El Señor de los Anillos" o el Universo Cinematográfico de Marvel; esperemos que no para diluir la idiosincrásica identidad televisiva y caer definitivamente en ciertos vicios de la grandilocuencia cinematográfica, sino para expandir tanto sus universos como el concepto de pequeña pantalla, que cada vez suena más obsoleto.