Raquel Meroño es una de las aspirantes de la quinta edición de 'MasterChef Celebrity'. Su participación en el formato de Shine Iberia no es solo un reto por la dificultad que supone, sino que, además, significa su regreso a la televisión después de varios años dedicada a su familia. La actriz nos cuenta cómo se ha enfrentado a las complicaciones del cocinado, especialmente en una edición marcada por el coronavirus.
Raquel Meroño en la foto promocional de 'MasterChef Celebrity 5'
'MasterChef Celebrity 5' ha sido tu regreso a la televisión. Podríamos decir que has vuelto a lo grande con este formato.
Desde luego. Al menos de la manera más original. Este programa no tiene nada que ver con lo que yo haya podido hacer anteriormente y mira que he presentado galas, he hecho series, cine, teatro... Pero justamente un talent show, y además este en concreto, no lo había hecho nunca y ha sido toda una experiencia.
Conociendo lo duro que es el programa, ¿se te han quitado las ganas de seguir en televisión?
Todo lo contrario. Se me ha vuelto a despertar el gusanillo a niveles máximos. Me lo he pasado superbien y soy muy feliz de estar en la tele. Como el amor que no olvidas nunca. La vida son etapas y ha habido algunas de ellas en las que una parcelita de mí lo echaba de menos.
¿Tienes entonces nuevos proyectos a la vista?
Bueno, vamos a ver qué pasa...
¿Qué es lo más complicado a lo que te has tenido que enfrentar en 'MasterChef Celebrity'?
Pues a la cocina, porque no había cocinado en mi vida, jamás, ya lo veréis. No había cogido una sartén nunca... ¡y mira que tengo hijas! Pero en el momento en el que me quedé embarazada contraté a una persona para que se encargara de esto porque yo siempre he sido una mujer muy trabajadora, pero no en la cocina.
Raquel Meroño en la presentación de 'MasterChef Celebrity 5'
¿Algún plato que se te quede en el recuerdo?
Hay muchos platos que hemos tenido que cocinar tanto en equipo como yo misma frente al bicho. Limpiar un pescado, por ejemplo, me tuve que preparar muchísimo para ello, porque me parecía complicado.
Han estado haciendo pruebas continuamente. En las pruebas de exteriores ha habido muchísimo control y muchísima seguridad. Hemos viajado siempre los concursantes en bloque, pero no hemos interactuado con absolutamente nadie más. Casi ni siquiera con los jueces, nos han tenido apartados de ellos. Todo el equipo con mascarilla y con muchísimas medidas higiénicas. Hemos tenido que cocinar con guantes por primera vez en la historia de 'MasterChef', lo que dificulta la manipulación de los alimentos.
Esta edición va a tener varios conflictos entre los aspirantes y también entre estos con el jurado. ¿Tú has tenido alguno? ¿Has sido una aspirante cañera?
Entiendo que una vez que te sitúas en frente del jurado para presentar tu plato, es un momento tenso.
Esos son los momentos más tremendos. Cuando estás ahí sola ante el peligro, delante de estos tres, estás muy expuesta. Te da pudor, vergüenza, porque aunque yo no sabía cocinar nada, desde que me dijeron que iba a entrar, me he estado preparando como una loca. De repente mi vida desapareció, mi familia desapareció, no tenía otra cosa en mente que la cocina. Todo mi tiempo, dentro y fuera de plató, lo acababa dedicando a la cocina. Te esfuerzas tanto que cuando te dan un bofetón, duele.
¿Algún compañero te ha sorprendido tanto a nivel personal como profesional?
A nivel culinario, ¿quién te ha sorprendido?
A mí me sorprendió mucho Juan José Ballesta. Él está muy en contacto con la naturaleza, tiene muchos animales y sabía perfectamente cosas que para mí eran un mundo, como deshuesar, cortar las aves, desplumar... Todo eso para él era coser y cantar. Luego Florentino Fernández también, que es un hombre al que le encanta la cocina y sabía desde hacía tiempo que iba a entrar en el programa. Se le veía desenvuelto.
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Sí. Ha habido un componente muy importante en esta edición que ha sido el humor, las risas. Tanto Flo como La Terremoto de Alcorcón han propiciado un ambiente de trabajo increíble; porque no es lo mismo trabajar con nervios, con tensión y con mal rollo que trabajar con nervios, pero con alegría y con muchas risas. Y eso se lo debemos a ellos.