En su intento por entrar en otros territorios, las nuevas plataformas de streaming están optando por la producción de series locales con intérpretes y tramas que apelen a los espectadores de cada país. Pero, ¿qué pasa cuando una serie que nació con vocación nacional acaba traspasando las fronteras y convirtiéndose en todo un éxito mundial, rompiendo con el monopolio estadounidense? En España hemos podido vivirlo recientemente con el boom de 'La Casa de Papel', un dulce éxtasis de nuestras producciones, pero en Reino Unido llevan años colocándose en la primera línea hasta el punto de que sus ficciones han conseguido consagrarse casi como un subgénero del audiovisual.
'Peaky Blinders', que acaba de estrenar su quinta temporada, es posiblemente el último gran título de un fenómeno que ya hace tiempo dejó de reducirse a "la serie británica del momento". Termina la década 2010-2019 y las producciones de Reino Unido compiten entre si a nivel internacional. Los espectadores pueden echarse a las calles con la banda de Tommy Shelby, investigar después los misterios de Broadchurch, regresar a la adolescencia con 'Sex Education' y reírse sin disimulo con el humor ácido de 'The End of the F***ing World', justo antes de reflexionar sobre su mundo interior gracias a 'Fleabag'. Es literalmente posible completar una oferta de entretenimiento variada sin salir de las islas británicas.
'Peaky Blinders' acaba de estrenar su quinta temporada
Cuando se juntan los ingredientes característicos de las series de Reino Unido el resultado son producciones muy redondas, con varias capas de lectura, una estética de muy buen gusto y un ritmo televisivo perfectamente equilibrado. Tal es el caso de 'Sherlock', la adaptación contemporánea del clásico de Conan Doyle que BBC (¡quién pillara una pública así!) estrenó en 2010. Solo tres episodios bastaron para que la excéntrica versión del detective de Benedict Cumberbatch encandilase a la audiencia de todo el mundo. El público pidió insistentemente nuevas entregas, que se hicieron esperar de dos en dos años hasta su cuarta y última temporada, en 2017. El éxito internacional fue precisamente el que mató la serie: el actor principal alcanzó tal notoriedad que cruzó el charco y no ha dejado de trabajar en grandes propuestas cinematográficas en Estados Unidos. La fama de su fiel Watson, interpretado por Martin Freeman, tampoco se quedó atrás.
'Sherlock' es posiblemente el mayor exponente de ficción británica de la década, a cuyo apogeo también contribuyó, por la transversalidad de su repercusión, 'Downton Abbey'. El día a día de la familia Crawley y sus sirvientes sorprendió por tratarse de una de las primeras series de televisión con semejante nivel de producción. Las seis temporadas emitidas por ITV obtuvieron el beneplácito de espectadores de todas las edades y todos los rincones del mundo, y en 2019 se ha cerrado una década de éxito con el estreno de una película homónima que ha recaudado cerca de 190 millones de dólares.
Innovadoras en forma y contenido
Por supuesto, hay que mencionar otras producciones como 'Black Mirror' o 'Years & Years', de las que ya hablamos en el marco de series que han satirizado la actualidad en los últimos años. En el caso de la antología distópica, además, no hay que dejar de valorar su innovadora propuesta de episodios autoconclusivos e historias independientes.
'Sherlock', el gran exponente de la ficción televisiva británica de la década
Siempre con un punto de provocación, la actualidad también se ha abordado desde el humor con series como 'Derry Girls', que se atreve a bromear con el final del conflicto de Irlanda del Norte de los años 90, incluyendo la actividad terrorista del IRA (imagina tratar ETA con ese tono). Y, dentro de la comedia negra, 'Cucumber' pone en tela de juicio los estereotipos sexuales y de género. En cuanto a historias más psicológicas, en esta década destacan 'Bodyguard', con la explosiva tensión sexual entre los soberbios Richard Madden y Keeley Hawes, y 'London Spy', otra producción de la pública que sorprendió tratando con total naturalidad una historia de espionaje protagonizada por dos hombres homosexuales. De nuevo, la actualidad vuelve a estar muy presente en el argumento de estas ficciones.
Aunque el fenómeno nació (y sigue produciéndose) en cadenas nacionales como BBC, ITV o Channel 4, se ha extrapolado una vez han irrumpido las nuevas plataformas, que han apostado firmemente por el talento británico. 'The Crown' coge el testigo de 'Downton Abbey' y lo eleva al Palacio de Buckingham, mientras 'Killing Eve' es una producción de BBC America pero en su aspiración internacional hay un marcado carácter inglés, empezando por que la adaptación de la novela británica ha sido realizada por la londinense Phoebe Waller-Bridge.
Los orígenes del boom británico
Más allá de los factores que pueden explicar este boom, empezando por el idioma y la innegable proximidad histórica a la industria audiovisual estadounidense, es más interesante señalar los aspectos que hacen que las series británicas sean de una naturaleza especial. Lejos de la tendencia (cada menos frecuente, la verdad sea dicha) a estirar las tramas hasta el infinito, fueron las primeras en apostar por temporadas cortas o miniseries, emitidas además en etapas poco convencionales del curso televisivo. Reino Unido acostumbra a romper con las reglas no escritas en producción y programación, decisión que torna en acierto en un momento en el que las parrillas se configuran a la carta.
Protagonistas de 'Derry Girls'
Se podría decir, aunque siempre hay excepciones, que por encima de todo prima el respeto a la historia que quiere contar cada creador. Historias que, por cierto, se adentran en territorios poco explorados con un punto de vista muy particular. La crudeza y el humor mordaz del cine, la radio, la prensa y la televisión fue conformando a lo largo del siglo XX un lenguaje audiovisual marcado por la ironía, a menudo utilizada para disfrazar los sentimientos reales. Sus personajes son más introvertidos, muchas veces atormentados, y tratan de encontrar su camino en una sociedad muy protocolaria a la vez que diversa.
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'Queer as Folk' abordaba ya en 1999 mitos y clichés del colectivo LGBT+, mientras 'Shameless' (2004) ofrecía el retrato de una familia desestructurada, lejos de la comedia familiar. En 2007, 'Skins' revolucionaba los institutos con una visión mucho más profunda y oscura de los adolescentes, algo parecido a lo que hacía 'Misfits' (2009), que convertía en héroes a los antihéroes. Esto era solo un aperitivo de lo que nos esperaba en la década que se inició en 2010. Cierto es que estos cuatro ejemplos se acabarían convirtiendo antes o después en objeto de reboot estadounidense, pero las distribuidoras ya empezaban a observar que las adaptaciones no eran estrictamente necesarias para que el mundo se rindiera al genio británico, abandonando una de las máximas de las majors.