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'Succession' arrancó en 2018 a la sombra de 'Juego de Tronos', el mayor fenómeno de masas de la televisión contemporánea. Mientras todo el mundo aguardaba expectante la resolución de la guerra de Poniente, una balsa muy bien armada se echaba al mar de HBO. Un lustro después, esa embarcación se ha transformado en un portentoso crucero transoceánico construido sobre el baile de poder de los Roy, exento de dragones pero rebosante de talento a ambos lados de la cámara.
Siempre anclada en la disfuncionalidad familiar que empuja y tira de sus protagonistas, la serie de Jesse Armstrong nos ha regalado numerosas puñaladas por la espalda, incontables horas de verborrea financiera, interpretaciones soberbias y cuatro temporadas de televisión de altísima calidad, pero todavía tenía un gran reto por delante: decir adiós en el momento adecuado.Lo previsible, al menos atendiendo a su valor al alza y la proyección de sus tramas, era que se extendiera hasta su quinta entrega, pero 'Succession' no se ha demorado y, antes de devorarse a sí misma, ha culminado hoy con 84 minutos que difícilmente se borrarán de nuestras retinas. La subrepticia maniobra de Matsson, la elección de un nuevo CEO, la unión y la ruptura definitiva de los hermanos Roy... El episodio final, titulado "Con los ojos abiertos", ha sido la catarsis argumental que merecía esta inclemente sátira, así como los personajes que habitaban en ella.
Kendall en la secuencia final de 'Succession'
La última reunión
Aunque el eje narrativo del capítulo ha sido inevitablemente el futuro de Waystar, el desafío era hacer justicia a Kendall, Shiv y Roman, los auténticos vestigios del abusivo legado de Logan. Y en esta última oportunidad, los tres han demostrado que su padre llevaba razón: no son gente seria. No porque no quieran serlo, sino porque no pueden. Kendall tiene una obsesión enfermiza con estar a la altura de su segundo nombre, Roman no tiene ninguna herramienta para afrontar sus traumas y Shiv se siente en un ostracismo flagrante (con permiso de Connor, que ni siquiera entra en la ecuación).
Los tres tienen en común las carencias emocionales que les han llevado a distanciarse y reencontrarse durante todos estos años, la sensación de vacío que solo ellos pueden comprender, aunque sean incapaces de ayudarse para rellenarla. Por eso, era importante que, pese a estar enfrentados una vez más, tuvieran un momento de calma antes de la tempestad, y así ha sido.
Shiv ha acudido al retiro caribeño de su madre, donde estaba refugiado Roman tras haberse derretido en el funeral de Logan. De la misma manera, Kendall, temeroso de perder el apoyo de su hermano en la votación de la junta, ha viajado para convencerle de que no se decante a favor de la venta. Mientras tanto, Matsson ha maquinado a espaldas de Shiv para quitársela de en medio, ya que prefiere coronar a un títere como Tom antes que considerar a nadie como un igual.
Al enterarse de que su posición como CEO ya no está sobre la mesa, Shiv regresa al redil de un Kendall embriagado por su propio aroma de conquistador. Él también quiere que Time le dedique una portada. Quiere dejar huella, como su padre, y es "objetivamente" la opción más viable de cara a la junta. Aun así, ni Roman ni Shiv se muestran del todo convencidos, pero apoyan al eterno heredero en una secuencia donde la rabia contenida se aparta por unos minutos y se abre una pequeña ventana a la inocencia.
Sin embargo, la tregua ha sido efímera. Al llegar a la reunión, el recuento de votos ha demostrado la fragilidad de la alianza fraternal. Primero, Roman ha tenido una pausa dramática que ha desembocado en un no a la venta a GoJo y, justo después, Shiv, que tenía que desempatar, ha dejado en el aire su resolución al huir de la sala.
Aguas revueltas
Kendall y Roman han perseguido a su hermana y, a una habitación de distancia del resto de directivos, demostrando que el auténtico cierre es el emocional y no el financiero, se han enmarañado en la discusión que encapsula todo el viaje de la serie. "Soy un engranaje diseñado para una única máquina", ha esgrimido Ken, activando la réplica inmediata de Shiv: "No todo gira en torno a ti".
Esas dos frases lo resumen todo a la perfección. 'Succession' ha dibujado a Ken como el personaje más cercano al público, el despreciable y carismático hijo que despierta nuestra compasión y el sucesor más factible, pero a su lado siempre ha habido otras dos personas igual de marcadas por las garras de su padre. De ahí que tanto Shiv como Roman broten completamente ante el egoísmo de su hermano y que, en última instancia, rechacen impulsarle en su misión en la vida, que a estas alturas se ha transformado en un capricho irracional.
Así pues, Waystar pasa a manos de GoJo, Tom se erige como el nuevo CEO, cada uno de los hermanos Roy debe encontrar un nuevo sendero lejos de la frondosa herencia de su padre y Greg (no nos olvidamos de ti) se gana una pegatina en la frente como perdón de su particular traición. Con la venta cerrada, Roman acude a un bar y su semblante se siente más libre que nunca, se ha quitado una carga que jamás había querido reconocer; Shiv espera a Tom en su coche, relegada a un segundo plano, tras haber impedido que se perpetúe la maldición familiar; y Kendall se asoma al abismo de una vida sin sentido.
Enfrentado al Hudson, el hijo mayor de Logan protagoniza la breve, pero significativa, última secuencia de la serie, que recupera el leitmotiv del agua que ha acompañado al personaje en todo momento. Hace escasos episodios, Kendall regresaba a la orilla como un hombre nuevo, triunfante tras una conferencia impecable. En la tercera temporada estuvo a punto de morir en una piscina y en el final de la primera, tuvo un accidente en el que un camarero acabó ahogado.
Muchas corrientes confluyen dentro de Kendall, y este plano final las conecta todas con una calma devastadora. Está totalmente vacío, su pelea ha sido fútil... Al menos desde su punto de vista, ya que desde el nuestro esta batalla familiar ha sido un disfrute constante. En estos momentos, resulta complicado no sentirse como Roman en su insoportable abrazo con Kendall: emocionados por lo que hemos visto, pero doloridos por saber que ya está, se ha acabado. También se nos han saltado los puntos, pero la cicatriz que quedará nos recordará una historia inolvidable que, en medio de un océano repleto de ficciones irrelevantes, se ha mantenido a flote sin traicionarse a sí misma.