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'The Good Fight' es, sin duda, una de las series que mejor sabe reflejar lo que los alemanes llaman "zeitgeist", es decir, el espíritu de nuestro tiempo. Tuvo la mala suerte o la fortuna de llegar en un momento de estupefacción mundial ante la llegada de Donald Trump al poder, y sus responsables, Michelle y Robert King, supieron aprovecharlo como trasfondo de los cambios traumáticos en la vida de su protagonista, Diane Lockhart (Christine Baranski).
El reparto de 'The Good Fight'
Hora de alzar la voz
Precisamente la idea de que hay que hacer lo que sea para ganar es la base de los cuatro primeros episodios de la tercera temporada, a los que FormulaTV ha tenido acceso antes de su estreno en España este viernes 15 de marzo en Movistar+. El maquiavelismo trumpista está representado por el abogado interpretado por Michael Sheen, Roland Blum, un personaje sin escrúpulos, histriónico y manipulador cuya principal estrategia consiste en sacar de quicio al oponente. Porque al final gana el que mejor cuenta la historia (y al que más se le oye), no el que dice la verdad.
Rose Leslie y Michael Sheen en 'the Good Fight'
El caso que provoca la entrada de Blum a la ficción acaba siendo lo de menos. Lo importante es su relación con la pobre Maia Rindell (Rose Leslie), que se ve obligada a trabajar codo con codo con él, y que, a falta de la presencia de Trump, el personaje se acaba convirtiendo en una figura que condensa todo contra lo que quiere luchar Diane y le recuerda que, si quiere ganar la batalla, no tendrá más remedio que ponerse a su altura.
Cuestión de prioridades
Liz Reddick (Audra McDonald) y Robert Roseman (Delroy Lindo), por su parte, introducen otro de los grandes temas de la temporada al toparse con que el bufete sufre una grave crisis de identidad. Al principio de la serie se presentaba como una firma marcada por la defensa de los derechos civiles de los afroamericanos y por la sólida imagen, casi mesiánica, de Carl Reddick. Pero tras la entrada de Diane, su "marca" empezó a resquebrajarse y a cambiar (literalmente) de color. Y ahora, con el legado de su socio fundador puesto en entredicho, sus responsables tendrán que decidir si ha valido la pena perder por el camino aquello que les hacía diferentes a cambio de ganar más dinero.
En medio del torbellino están Lucca Quinn (Cush Jumbo) que, por si no tuviera suficiente con enfrentarse a la disyuntiva de tener que elegir entre su carrera profesional y su vida familiar, se ve envuelta en un escándalo racial que pone patas arriba el bufete; y una Marissa Gold (Sarah Steele) que, casi sin darse cuenta, se está convirtiendo en una figura indispensable de la firma, y eso no acaba de gustar a todo el mundo.
Más humor
'The Good Wife' era un drama que, en ocasiones, nos hacía reír como algunas comedias no son capaces de hacer. Pero lo de 'The Good Fight' es otra cosa, está a otro nivel. Y en su tercera temporada ha dado el salto definitivo a la sátira y el esperpento que, como diría Valle Inclán, es la mejor manera de reflejar la realidad. Sin llegar al nivel de desmelene de 'BrainDead', los King han abrazado completamente la locura del trumpismo para desnudarlo y mostrarlo tal y como es.
Christine Baranski en 'The Good Fight'
El cambio se nota incluso en algo tan esencial como la manera que tienen los guionistas de explicarle al espectador conceptos importantes para seguir sus tramas como, por ejemplo, el "gerrymandering", una práctica política que muchos descubrimos gracias a 'The Good Wife'. Tras los buenos resultados del corto animado musical que utilizaron en la segunda temporada para explicar las razones por las que Trump podría ser juzgado, ahora cada episodio viene acompañado de un clip con una canción de Jonathan Coulton, responsable de los hilarantes "recaps" musicales de 'BrainDead', que explica conceptos como los NDAs (Acuerdo de Confidencialidad), las granjas de trolls rusas o quién fue Roy Cohn, un personaje siniestro clave para entender los tiempos que vivimos.
'The Good Fight' ya no cuenta los días que lleva Trump en la Casa Blanca en los títulos de sus episodios, pero la sombra del presidente sigue siendo muy, muy alargada. Aunque si algo nos queda claro con el arranque de la nueva temporada es que el tiempo del diálogo ha pasado y ha llegado la hora de pasar al ataque.