El cuarto episodio de 'Veneno' que Atresplayer estrenó este domingo me dejó un sabor amargo, distinto a la tristeza de los anteriores. Es duro ver a Isabel Torres dar vida a una Cristina casi demente, entre la desesperación y el delirio por haber dejado de ser la estrella que fue, mientras la televisión utilizaba como arma arrojadiza el sufrimiento que había atravesado desde su juventud. Como si ella fuera la culpable de haber sufrido. Quiero pensar que este tipo de espectáculos ya no se repiten cuando apago el televisor, miro las redes y me encuentro lo que, solo un día antes, tuvo que soportar Amor Romeira en 'Sábado Deluxe': que se justifique que, si tienes una discusión con alguien, utilices términos tránsfobos pero no se te considere tránsfobo. El "todo vale" en el cuerpo a cuerpo. Acabáramos.
Amor Romeira se sentó en 'Sábado Deluxe'
La serie de los Javis, más allá de plasmar la biografía de un personaje que trascendió la televisión y forma parte ya de la cultura popular española, pone de manifiesto la realidad que muchas personas transexuales atraviesan para poder vivir en sociedad conforme a su verdadera identidad. El rechazo que se encuentran en el ámbito laboral, en el personal, en el familiar; cómo se ven arrastradas a los bajos fondos para salir adelante. No olvidemos que a día de hoy el porcentaje de paro entre las personas transexuales es de un 80%, por no hablar de tasas de suicidio o muerte prematura, todo ello derivado en gran medida del rechazo al que la sociedad en su conjunto destina(mos) a este colectivo.
El cuarto episodio de 'Veneno' recuerda ese duro regreso de Cristina a televisión en el año 2006, aquel polígrafo de 'En Antena' (aunque la ficción ha obviado toda referencia al programa de Antena 3 y a Jaime Cantizano) en el que, entre otras cosas, se puso en entredicho que se hubiese dedicado a la prostitución para poder costearse su tratamiento y sus operaciones físicas. "Es que te gustaba ejercer ese tipo de profesión", le dijo en su día una de las colaboradoras a La Veneno sin ningún atisbo de temblor en la voz, tal y como se puede comprobar tirando de hemeroteca. "Es que lo tenía que hacer porque a las travestis no les dan trabajo en ningún sitio (...) incluso entras a El Corte Inglés y te ponen vigilancia a ver si robas", le replicaba Cristina, a la que no le hacía falta un discurso demasiado técnico para ser una gran activista LGBTI+.
Afortunadamente, la serie trata hoy de reparar aquel daño, de humanizar al personaje televisivo y mostrarnos su dura infancia, el rechazo de su familia, las zancadillas que hasta el propio colectivo imponía en pos de la ley del más fuerte. Circunstancias que, gracias al paso del tiempo y al acceso a muchos testimonios, vamos comprendiendo poco a poco. Escuchamos hoy aquel polígrafo y nos llevamos las manos a la cabeza, incrédulos porque han pasado menos de quince años desde que se pronunciaban con total impunidad en programas de máxima audiencia.
Y, sin embargo, tan solo un día antes del estreno del episodio, en un espacio de televisión similar se podían escuchar con impunidad comentarios igualmente tránsfobos que demostraban que tampoco hemos avanzado tanto como pensamos. Amor Romeira visitaba 'Sábado Deluxe' para abordar su guerra personal con Sofía Suescun, con quien mantiene un litigio desde 2018 a raíz de unos mensajes en los que la ganadora de 'Gran Hermano 16' le atacaba diciendo que tiene "cara de hombre" y "pocos huevos" "para ser tío". La ley cataloga ese tipo de comentarios como delito de odio pero, aun así, hay quien defiende la transfobia que conlleva pronunciarlos.
Desliza hasta el cuarto vídeo.
"Realmente yo creo que no es tránsfoba, creo que tiene algo personal contigo", decía Víctor Sandoval en el plató de 'Sábado Deluxe', alegando que Sofía "la mayoría de amigos que tiene son gays…". "Cuando una persona te trata en masculino siendo mujer trans es transfobia", le intentaba explicar Amor. El colaborador seguía restándole gravedad al conflicto argumentando que simplemente es "algo personal" entre las dos jóvenes: "Como si tienes tres piernas, se va a meter contigo igual". Mientras la canaria trataba de razonar que "hay una ley que te ampara ante los delitos de odio, y eso es un delito de odio", Kiko Jiménez, novio de Sofía, la tachaba de "oportunista" y "victimista". "Sofía utiliza esos términos contigo porque sabe que es lo que te duele, no porque sea tránsfoba", terciaba el reportero Sergi Ferré, que le acusaba de aprovechar la polémica para "lucrarse".
"Que no hable a nada ni nadie que es lo que quiere el individuo este hermafrodita", decía días antes Sofía en el apartamento de 'Sola', cuando le pedía a su novio Kiko Jiménez que le trasladase unos consejos a su madre, Maite Galdeano. En ese mismo escenario, se escuchaba decir a Jimmy Giménez-Arnau después del controvertido 'Deluxe': "Ya le he dicho yo a Kiko que con esta gente tan reconstruida no se puede, porque son amargados… (…) Han pasado por tantos daños mentales… hay que darle la razón".
La transfobia sigue teniendo un gran calado social
No se trata de una guerra de cadenas, ni de tomar parte por unos u otros. Se trata de que, en pleno 2020, todavía se justifican en televisión comentarios y actitudes claramente tránsfobas. Que no distan tanto los ataques a aquella Veneno rodeada de cables en 2006 con los de Amor Romeira hace dos días. Que, como la joven Cristina en el Parque del Oeste, aún muchas personas sufren violencia debido a con quien se acuestan o el cuerpo que tienen. Que las burlas sobre la apariencia física, lo "lograda o no" que está una persona transicionada o las especulaciones sobre sus genitales siguen a la orden del día. Que estas circunstancias se convierten en objeto de opinión de terceros pese a que sea algo que no les afecta lo más mínimo, y que escuchar estas opiniones en un altavoz como la televisión no hace sino respaldar y alentar pensamientos anclados en el Medievo.
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Que muchas veces el propio colectivo LGTBQ+ sigue sin estar a la altura a la hora de arropar a sus compañeros y compañeras y participa en el escarnio y la opresión que impone la normatividad. Que todavía no se practica la empatía a diario y todavía no se entiende que en toda persona, heterosexual, homosexual, bisexual, transexual o no, pueden arrastrarse comportamientos homófobos o tránsfobos que no se curan repitiendo el mantra "pero si yo tengo muchos amigos gays". Todos tenemos derecho a dar un paso atrás para entender, detectar y corregir nuestros fallos, pero también disponemos ya de tantas herramientas e información que se agota el tiempo para seguir justificándolos.