La primera temporada de 'Atípico' parte con una premisa: presentar a Sam, un chico de dieciocho años que tiene trastorno del espectro autista. El protagonista vive la mayor parte de su día a día junto a sus padres y su hermana, con perdón de la psicóloga. Consciente de las necesidades de su paciente, sabe cómo debe guiarle para que sus frustraciones no se conviertan en sufrimiento. No obstante, hay una cosa que le asalta a la cabeza: ¿Cómo sería tener por fin una relación de pareja con una mujer?
Sam suelta la bomba en la cena, algo que no le hace demasiada gracia a su madre. Los días siguientes giran en torno a su falta de entendimiento, consultando día y noche con su familia qué debería hacer. ¡Incluso llega a visitar a la psicóloga de su hijo porque no entiende lo que está pasando! Evidentemente, la profesional le hace una cuestión que rezuma lógica: ¿No tiene su hijo derecho a sentirse amado?
Poco a poco, Sam intenta llegar a ese objetivo final de conseguir tener una novia. Para ello pide ayuda a sus amigos, e incluso termina yendo a un bar de chicas... Pero eso no es para él. Quiere enamorarse, sentir esas mariposas en el estómago... En definitiva, muchas veces solo desea "ser normal", tal y como él mismo lo describe. ¿A caso hay un canon de normalidad por el que deben regirse las personas o esas ideas se han desterrado por fin?
Al mismo tiempo, la relación entre los padres empieza a tambalearse, precisamente por estar demasiado encima de esta nueva aventura a la que se está enfrentando Sam. Si ella también se siente incomprendida, ¿qué ocurrirá cuando se tope con alguien que le guste mucho? Puede que esta unión se vaya al traste por una mala decisión, pero, lo importante es cómo podría afectar al protagonista de 'Atípico'.