Las intenciones de Diana

Un amigo de Félix imparte un seminario sobre Arte en el Azcona. Sus formas amaneradas fomentan el rumor sobre si es un posible novio de Félix. Marisa le dice que tiene el perfil de gay tardío: no se le conoce novia, su tendencia al aislamiento intelectual, a los amores platónicos... Pero el rumor crece como una bola de nieve y se sale de tiesto cuando Félix, al que ahora apodan la Reina de los Mares, acompaña a un grupo de alumnos a un museo. Cualquier acercamiento a un alumno es entendido por los demás como una insinuación. Félix entra en cólera y suspende la visita. Alfredo explica en clase que la sexualidad de cada uno no tiene nada que ver con su capacidad.

Diana, la ex mujer de Alfredo, sale del centro psiquiátrico donde estaba en tratamiento. Ella intenta recuperar la relación con Alfredo y pone en peligro la relación de éste con Ana, que parece ir por buen camino. Diana le cuenta a Ana sus intenciones y su necesidad de sentirse en familia. Ana comienza a mostrarse distante y fría con Alfredo. Una noche que Diana se queda en casa intenta colarse en la cama de Alfredo, pero éste la rechaza. Cuando Diana se entera de que Ana está enamorada de su ex, miente y le dice que se acostaron esa noche. Esta situación vuelve a distanciar a Alfredo y Ana.

Los alumnos de Marisa protestan porque consideran que sus clases son aburridas, y la profesora les propone que ellos preparen e impartan la próxima sobre la literatura del prerrenacimiento. Al principio, las clases de los chicos son igual de convencionales. Cuando intentan hacer algo más creativo, los chicos se desmadran. Luismi y César representan una lucha medieval, convertidos en espadachines, pero Marisa cree que esa demostración sólo es válida para una clase de gimnasia. Su siguiente decisión es que corrijan entre ellos los exámenes y se pongan nota unos a otros según le venga en gana o simpatía. Pero Marisa hará la media de todas, lo que no gusta a la clase. La profesora les hace ver que sólo les interesan las notas y no lo que aprenden.

Los más pequeños dicen muchas palabrotas. Lolo reconoce que los chicos mayores le respetan más si las dice. Los profesores y los padres se dan cuenta de que ellos mismos, con su forma de expresarse, contribuyen a que los niños hablen mal. Para solucionarlo, ponen en práctica un comando antitacos. Pero no surta efecto, ya que los niños desconocen el verdadero significado de lo que dicen. Por ello, deciden dejar que consulten el diccionario: así aprenden palabras nuevas.