Peligro sepulcral (II)

El capítulo comienza con un macabro hallazgo: un montón de vísceras ha aparecido en un callejón y Nick Stokes llega antes que nadie a la escena del crimen. Allí tan sólo está presente el agente de policía que dio el aviso. Nick comienza a buscar pistas y el agente se retira momentáneamente al sentirse mareado. Cuando regresa, Stokes ha desaparecido.

En vista de la gravedad del incidente y de que se trata de un asunto personal, los forenses del C.S.I. unen sus fuerzas para llevar a cabo la investigación. Cuando descubren que las vísceras procedían de un perro, se dan cuenta de que Nick ha sido víctima de una trampa ideada por un demente. Es entonces cuando comienza una búsqueda exhaustiva entre los casos antiguos del forense para identificar algún delincuente con deseos de venganza. Poco después, caen en la cuenta de que Nick acudió a la escena de manera totalmente casual y que la víctima podía haber sido cualquiera de ellos.

Minutos más tarde, el equipo recibe en sus dependencias un paquete enviado por el secuestrador. En su interior, encuentran una cinta de música con una letra inquietante: “Paredes de piedra que me rodean, me sorprende que hayas llegado a encontrarme. No tienes ninguna posibilidad… pero puedes intentarlo”. Junto a la cinta, hay un disco duro portátil. Cuando lo conectan al ordenador y ven la información almacenada en él, comprueban que se trata de una demanda de 1.000.000 de dólares en concepto de rescate.

Pero aún hay más. En la pantalla del ordenador hay un enlace que dice: “Mientras tanto, podéis mirar”. Al pinchar sobre él, los forenses ven algo que les hiela la sangre: una webcam les muestra que Nick ha sido enterrado vivo en un ataúd de metacrilato en algún lugar desconocido, con unas cuantas barras luminiscentes, una grabadora, su pistola cargada… y aire para respirar durante un tiempo muy limitado. El forense está en un estado de pánico absoluto, sin posibilidad alguna de escapar ni de comunicarse con el exterior.

Cuando la familia de Nick es informada del terrible suceso, no dudan en ponerse en marcha para reunir el dinero del rescate. El tiempo juega en su contra y, para colmo, las leyes impiden que el Estado utilice fondos para negociar con delincuentes, por lo que la posibilidad de establecer un trato con el secuestrador queda prácticamente descartada.

Las pistas escasean y el tiempo se va agotando. Catherine Willows, saltándose todos los protocolos y poniendo en peligro el buen nombre del departamento, acude a su padre, propietario de un casino de Las Vegas, para conseguir tan elevada suma.

Con el dinero en la mano, Grissom decide acudir a la cita con el secuestrador.Cuando todo está a punto de concluir, el psicópata hace estallar un cinturón de explosivos que llevaba atado al cuerpo, llevándose a la tumba el secreto que Grissom y el resto de los agentes del C.S.I. necesitan saber desesperadamente: ¿Dónde está enterrado Nick?

Comienza entonces una desesperada carrera contra el tiempo, sin más pistas que el coche del secuestrador y sus restos esparcidos por el lugar del encuentro. Entretanto, Nick es permanentemente observado por alguno de sus compañeros. Aunque ellos no lo saben, cada vez que pinchan sobre el enlace para conectar la webcam, activan una luz en el ataúd de Nick. Éste, aterrado, descubre que cuando se enciende la luz, se apaga un minúsculo ventilador situado en un lateral, con lo que la reserva de aire se reduce drásticamente. Warrick Brown, que en ese momento vigila la pantalla, observa con estupor cómo Nick monta el percutor de su pistola y dispara. Pero Nick no se ha quitado la vida, sino que ha disparado contra la bombilla para asegurar el funcionamiento del ventilador. Una buena idea que tiene una consecuencia tan inesperada como espeluznante: a través del agujero recién abierto por la bala comienzan a penetrar en el ataúd hormigas rojas, que no tardan en ver en el agente a una víctima indefensa.