Sinopsis
El Capitán Huertas informa a Mauricio y D. Filiberto que D. Ignacio se ha infiltrado junto a Urrutia entre los secuestradores. La marquesa exige acabar con los revolucionarios y Mauricio le explica la importancia de la mediación para evitar una tragedia. D. Filiberto se presenta en la mina y el capataz le recuerda el asunto de la recomendación, pero el cura no está dispuesto a favorecer a nadie que no frecuente la Iglesia. La marquesa desprecia a Antoñita que encaja con soltura sus reproches. Tomas no entiende cómo lo aguanta y Antoñita le cuenta que quedó coja por los malos tratos de su padre. A la marquesa le debe todo, le sacó de la calle y tiene comida y cama.
Carolina está angustiada, Pablo y Manuela tratan de consolarla. Alicia pregunta a su madre si es verdad que su padre está retenido y al confirmarlo, se llena de rabia Está convencida que sus padres son unos esclavos de los Solozábal y reprocha a su madre su servilismo. Manuela, sorprende a Encarnación, llorando en la cocina y se desahogan hablando del secuestro y de la rebeldía de Alicia.
Los ánimos entre los rehenes van decayendo. Adolfo cree que no pinta bien, pero D. Ignacio mantiene su optimismo y Urrutia cree que algunos de ellos ya están abandonando. Los asaltantes están colocando explosivos y Marta los increpa hasta el punto de soliviantarlos, momento en el que Adolfo interrumpe para sugerir a los revolucionarios una forma mejor de colocar la mecha. Todos los rehenes lo miran como a un traidor.
Marcela cierra el bar y recibe el cálido abrazo de Tomas que le espera como cada noche. A él le preocupa el posible regreso de Matías, del que Marcela no tiene noticias, aunque según sus cálculos, debería haberle llamado. Ambos cavilan sobre que pasara si el marido regresa.