1988

Portabales, en prisión, comienza a tener remordimientos por la plaga de la droga. Pese a ciertas amenazas, Portabales comienza a dibujar los organigramas de la cooperativa en su celda.

Charlín paga a Sito el dinero que le debía por la fianza de los colombianos. Sito confía en que haya paz a partir de ahora entre Charlín y Bustelo porque son los únicos que quedan. Aunque ahora se les une Esther, a la que Sito acepta siempre que ponga su parte.

Sin embargo, Javi, el hijo de Bustelo, sigue furioso con Charlín porque casi hace que le maten. Pero Bustelo no quiere guerra, quiere que Sito no se enfade.

La novia de Javi, Leticia, en cambio, ha actuado: tiene el número de Matta-Ballesteros, con el que habla de vengarse de Charlín… sin saber que el equipo de escuchas del sargento Castro está siguiendo la conversación.

Padín, desmejorado por culpa de la droga, se va a casa de los Charlines porque quiere las 400mil pesetas que le deben. Charlín padre le echa de allí de un manguerazo. Humillado, Padín se cruza con el grupo de Carmen Avendaño, al que esta vez le acompaña un periodista. Padín habla con el periodista: le contará todo lo que sabe de las operaciones de los Charlines.

Carmen Avendaño y el resto de las madres contra la droga se reúnen, pergeñando la estrategia que deben seguir para alcanzar mayor atención mediática. Así, deciden organizar un acto público… al que invitan a Sito. Carmen, ante el estupor de todos, lee una lista con los nombres y apellidos de los narcos, dejando para el final el del mayor narco de todos: Sito Miñanco, que sale de allí con la cabeza alta pero increpado por las madres.