Robyn es una exitosa publicista, muy profesional y comprometida con su trabajo, en el que siempre obtiene los mejores resultados, aunque los métodos que emplea no son casi nunca muy ortodoxos. Se mudó a Londres desde Estados Unidos para superar un trauma personal del pasado, pero su vida sigue siendo muy caótica. En gran parte, sus problemas personales derivan de su adicción a las pastillas.
El trabajo de Robyn en la agencia de publicidad consiste en hacer de relaciones públicas para preservar la buena imagen de su cartera de clientes famosos. Junto a su fiel compañera y única amiga, Eva, Robyn diseña todo tipo de estrategias con el objetivo de evitar escándalos que llenen las páginas de decenas de tabloides y de la prensa amarillista británica.
Eva es el gran apoyo de Robyn, aunque en muchas ocasiones parece más preocupada por hacerse con un nuevo bolso de marca o por captar la atención de potenciales novios en Tinder que en escuchar los problemas de su querida amiga. En la agencia, Robyn también tiene que lidiar con el cinismo de su jefa, Carolina, que como directora sabe bien que todo es un juego de apariencias que se mueve por el dinero. También tendrá que el encargo de mostrarle a Melody, la nueva becaria, cómo funciona este mundo y hacerle entender que debe dejar de ser tan ingenua si desea triunfar en un negocio dominado por la falsedad. El contrapunto en ese mundo de apariencias en el que Robyn vive y se maneja como pez en el agua es su hermana Ruth, que representa la cotidianidad y la rutina, dos elementos que la caótica publicista no tiene claro si desea adoptar en su vida personal.