Sinopsis
Manuel Lobo prepara la defensa de Tito Soares. Básicamente, se le acusa de un homicidio en grado de tentativa; según parece, la emprendió a puñetazos con un macarrilla que se estaba burlando de una dependienta china en una tienda de ultramarinos. El macarrilla se debate entre la vida y la muerte. El caso, dado que la china lo vio todo, pinta francamente mal. Se puede intentar alegar defensa propia, pero habría que demostrar que Tito se sintió amenazado; o bien alegar que respondió a una agresión... Pero tampoco fue así.
Lobo se da cuenta de que por la vía legal y franca no va a llegar a ningún lado en este caso. Que quizá sea mejor escarbar en los papeles de la china, y conseguir que no vaya a declarar el día de la vista oral. Pero, según investigan la vida de la testigo, todo parece ser ejemplar. Y, para colmo de males, el agredido muere, con lo cual Tito ahora es acusado de homicidio.
Un hermano de Alonso Soares ha muerto y él pide permiso para acudir al entierro. El juez Muller piensa que lo que en realidad pretende es fugarse. Con todo, Muller concede el permiso, pero monta un fuerte dispositivo de seguridad. En el entierro, la viuda desprecia a Soares y a su dinero manchado de sangre. Cuando el hombre se queda a solas ante la lápida de su hermano, una fingida plañidera se acerca y le ofrece un plan de fuga.
Manuel Lobo no quiere dejar sola a Lucía ni un instante por lo que le ofrece trabajar en el bufete. Lucía confiesa a su psiquiatra que tiene miedo. El terapeuta cree que el miedo está en su cabeza, que no obedece a nada real. Pero el miedo tiene un fundamento muy claro: el temor de sufrir represalias por no consumar la entrega del paquete que trajo de Bolivia.
Carmen tiene que investigar un caso de un anciano asesinado en su casa mientras un ecuatoriano cuidaba de él. El hijo quiere esclarecer los hechos cuanto antes y todo parece indicar que el inmigrante es el autor del crimen.