La décimo octava temporada de 'Los Simpson' comienza por todo lo alto, con Homer cambiando de trabajo por unos días. El cabeza de familia termina por convertirse en jefe de la mafia, tras una herida que provocó que Tony el Gordo acabase de baja temporal. Precisamente, esa sustitución se produce a consecuencia de Lisa, quien llega a hacerse muy amiga del hijo del mafioso. No obstante, la pequeña sigue potenciando una de sus principales aficiones: tocar el saxofón, algo que llevará a Bart a convertirse en un grande de la batería.
Volviendo a la figura de Homer, no tiene límites. Lo mismo se hace bombero que carpintero, eso sí, llevándose todo el mérito de una serie de trabajos que, en realidad, está haciendo Marge. Si esto llega a irritarla, más lo hará que su marido coma "basura espacial" hasta transformarse en una masa enorme y verde que infunda el miedo en Springfield. No obstante, también tuvo un trabajo que pudo llenarle como ninguna otra: heladero del pueblo.
Mientras Homer se encargaba de vender alimentos, Marge encontró una gran afición en crear figuras con los palos que sujetan los helados. Como era de esperar, termina más decepcionada y harta que nunca; pero con excepción de Gil, un hombre apático, negativo y sin trabajo que termina por acoplarse en el 742 de Evergreen Terrace. ¿Conseguirá echarle o, por contra, sucumbirá a la pena de la que hace gala su "invitado"?
Entre otros momentos destacados de esta tanda de capítulos se encuentra el despido de Kent Brockman: el Canal 5 decide prescindir de sus servicios tras decir uno de los peores tacos que se pueden escuchar en televisión. Por otro lado, el pequeño Ayudante de Santa Claus encuentra un puesto como perro policía, Bart acaba desquiciado por "dar asco" tras ser el culpable de que su equipo de béisbol perdiese la Liga y Lisa termina por descubrir un gran talento en una de las hijas de Cletus Spuckler.