Sinopsis
Tras haber dejado morir a su padre, Pablo baja al salón, esperando encontrar su cadáver... pero éste ha desaparecido. Lo que es aún más extraño, Fernando le dice que Federico ha salido de viaje de negocios a Bruselas.
Nada más lejos. Federico está en coma, y Fernando, con la ayuda de Natalia, lo ha trasladado a una clínica privada. Nadie puede saber la verdad para no provocar un desastre en los laboratorios y que Pablo se haga con el control.
Mientras tanto, Natalia intenta sin éxito localizar a Aganzo, que desde su último encuentro ha desaparecido. La periodista investiga su pasado para descubrir su verdadera identidad y su relación con el asesino. Ella y Daniel descubren que Aganzo fue víctima de un atentado en 1982.
Nacho les ayuda a reconstruir la foto de ese atentado, donde descubren dos pistas fundamentales: la primera es un ejemplar de La Compañía Blanca, libro de A. Conan Doyle, junto al cuerpo de Aganzo. La segunda es el verdadero nombre de Aganzo: Sandra Suñer. Daniel consigue su historial policial, y allí encuentra otro misterio: no hay nada de Suñer entre 1982 y 1984. Alguien ha borrado todo rastro de esa mujer en esos dos años.
No es ésta, sin embargo, la única lucha que debe mantener Natalia. Su batalla contra los laboratorios por los proyectos de Arturo continúa, ya que ahora Natalia debe hacer frente a una deuda millonaria por haber conseguido la patente de esos proyectos. Guillén se ofrece a ayudarla, desarrollando uno de esos proyectos y vendiéndolo a un laboratorio de la competencia. Sin embargo, Pablo descubre su jugada, y amenaza a Guillén con desvelar un secreto que éste llevaba ocultando toda su vida... su esquizofrenia, una enfermedad que le llevó a matar a dos personas en un accidente de tráfico hace años, y que ahora puede acabar con su vida profesional.
Destrozado por la amenaza, Guillén rocía su casa de gasolina y está a punto de quemarse vivo, pero Natalia, arriesgando su propia vida, consigue disuadirle. Pese a las continuas amenazas de los guardaespaldas de Aganzo, Natalia no se detiene en su investigación sobre Aganzo. Ésta es la única persona que parece conocer al asesino. Tiene que encontrarla, pero su única posibilidad se dará el día en el que los laboratorios Acosta firmen la compra de Ralson, ya que Pablo, ante la ausencia de Federico, va a llevarla a cabo, utilizando una autorización falsa de su padre.
Él sabe que Fernando ha escondido a su padre en algún hospital, y Fernando sabe que la autorización para comprar Ralson es falsa. Sin embargo, ninguno puede decir lo que sabe para que el otro no desvele su participación en la historia. Así que ambos tienen que jugar sin descubrir sus cartas. Y mientras Aurora utiliza todas sus armas para conseguir una votación contraria a la compra de Ralson, chantajeando a uno de los miembros del Consejo, Pablo averigua gracias a Virginia dónde se encuentra su padre e intenta acabar con él antes de que despierte.
Pero Federico despierta antes de que Pablo pueda matarlo... y no recuerda que fue su propio hijo quien lo dejó morir. Cuando vuelve a casa, Federico no tiene más remedio que acudir a la firma de la compra de Ralson, operación que Pablo, pese a las artimañas de Aurora, ha conseguido cerrar. Suñer acude a los laboratorios Acosta ante la sorpresa de toda la cúpula directiva, que esperaban ver a un hombre. Y en esa reunión... Suñer reconoce a su asesino. Muy asustada, llama inmediatamente a Natalia. Ha estado veinte años equivocada. Su perseguidor no es quien ella pensaba. Esa misma noche, en el cementerio de la Almudena, le dirá el nombre del verdadero asesino.
Pero esa cita nunca tiene lugar. El asesino se adelanta a Natalia y mata a Suñer, enterrándola y colocando, a modo de lápida, algo que Natalia ya ha visto antes. El libro que aparecía en la foto del atentado. La Compañía Blanca.