Sinopsis
Mientras César persigue a Pompeyo en Grecia, Marco Antonio se queda en Roma preparando el terreno; está introduciendo leyes para que los senadores que todavía están en la ciudad nombren a César “co-Cónsul”. También les pide que liberen más esclavos y que se creen más puestos de trabajo para el pueblo. Pero el Senador jefe dice que lo que pide supondría un esfuerzo demasiado caro. “Sólo para unos pocos ricos que son dueños de las tierras”, responde Marco Antonio, “y tendrán el consuelo de estar haciendo algo totalmente patriótico”.
Niobe se está haciendo cargo de su hermana Lyde desde que su marido desapareció. Cuando Pullo les dice que ha oído que el carnicero ha muerto, ambas mujeres se alteran notablemente. Pullo le pide a Lyde que olvide el pasado y que comience una nueva vida, que se ocupe de las personas que la quieren, y le lanza a Niobe un “¿No crees?”. Niobe intenta consolar a su hermana, pero ésta la rechaza y la insulta, llamándola ladrona y ramera. Niobe insiste en que fue Evander el que acudió a ella y le dice a Lyde que ha sido una mala esposa, que si le hubiera dado un hijo, el affaire nunca habría tenido lugar. Después de decir esto, intenta retirarlo pero ya es demasiado tarde. Lyde no quiere que su hermana vuelva a dirigirle la palabra.
En la ciudad, Atia sigue preocupada por la supuesta feminidad de su hijo Octavio y le sugiere que se aliste en el ejército de César para “tener sangre de Pompeyo en tu espada”. Además, le pide a Pullo que se encargue de que el chico “penetre” a alguien cuanto antes. Así, Pullo lo lleva a uno de los burdeles de la ciudad, donde Octavio tiene la posibilidad de elegir entre un amplio abanico de bellas mujeres y chicos adolescentes. Elige a una muchacha, y después de que ésta le cuenta la triste historia de su familia asesinada, Octavio le pide que se ponga a cuatro patas. Más tarde, la chica le dice a Pullo que el joven se ha comportado “como un toro”.
Por su parte, Pompeyo logra reunir a más hombres y César se ve obligado a mandar una misiva a Marco Antonio. En ella, le comunica que las cosas han cambiado; ahora el ejército de Pompeyo le está persiguiendo. Todo el tiempo durante el que se negó a luchar, Pompeyo estaba reuniendo legiones del Este, y ahora sus tropas son diez veces más grandes que las de César. Por ello, ordena a Marco Antonio que lleve a la Decimotercera lo antes posible. Poco después de recibir esta información de César, Marco Antonio recibe una visita de uno de los mensajeros de Pompeyo, que le hace una oferta: Pompeyo le dará una provincia y dinero “suficiente para conservar tu dignidad”, si decide traicionar a César. Marco Antonio necesitará un día para pensarlo. Atia le pide a Marco Antonio que reconsidere lo que piensa hacer, y después de una noche de pasión le sugiere que se casen.
Si César es vencido, ella necesitará la protección de Antonio, y él “dinero y nobleza suficiente” para convertirse en rey, y convertirla a ella en reina. “Si tuviera que traicionar a un amigo, uno de tu misma sangre”, dice él, enfadado. Al darse cuenta de que ambos son capaces de traicionar a César, la ataca: “Hasta ahora no me había dado cuenta de lo malvada y arpía que eres”. Atia le da una bofetada, pero Marco Antonio se la devuelve. Ella le pide a voces que se vaya. Atia no se rinde y decide acudir a Servilia. Para ello, le encarga a su hija Octavia que le lleve un hombre desnudo con un gran pene, que le lleve una tortuga de oro. Servilia acepata el regalo con desgana, pero le asegura a Octavia que “a pesar de lo que otros hagan”, sabe que la chica tiene un buen corazón y la invita a visitarla otras veces.
Respecto a Octavio, ahora que ya es todo un hombre, Atia decide enviarlo a una academia fuera de Roma. Cuando el mensajero de Pompeyo vuelve al día siguiente para recibir una respuesta de Marco Antonio, éste le tira a una piscina. Después, reúne a la Decimotercera, incluidos Voreno y Pullo, para partir hacia Grecia.